Laurence Maurice es investigadora en geoquímica ambiental en el IRD. Vivió cinco años en Ecuador y regresó en marzo para una nueva misión vinculada con dos programas de investigación. Aprovechamos su presencia aquí en el país para preguntarle algunas cosas.
Laurence Maurice es directora de investigación en geoquímica ambiental en el IRD y profesora asociada en varias universidades del Ecuador. Estudia los impactos de las actividades humanas (mineras, petroleras y agrícolas) sobre el medio ambiente, con un enfoque más específico sobre la Amazonia, desde hace ya más de 20 años. Estudia especialmente los riesgos sanitarios asociados a la exposición a metales pesados. El desarrollo de herramientas a la interfaz entre contaminación ambiental y salud humana, asociado a la coordinación de proyectos científicos interdisciplinarios, en el cual trabaja con su equipo, permite evaluar y trazar las fuentes de exposición humana, estudiar las vulnerabilidades sociales y apoyar las políticas públicas y la población local a co-construir acciones y soluciones sostenibles.
¿Laurence, desde hace cuánto tiempo trabajas en colaboración con Ecuador?
La primera vez que vine a Ecuador fue en septiembre de 2010, para organizar unas reuniones, bajo pedido de la SENESCYT, para la elaboración de un proyecto de investigación franco-ecuatoriano sobre los impactos de las actividades petroleras en la Amazonía ecuatoriana. Regresé luego en 2012 y en 2013, los dos meses de verano cada vez, para finalizar el montaje de nuestro programa MONOIL financiado por la agencia francesa de investigacion (ANR), antes de mi asignación en el país por parte del IRD. Por ello, viví 5 años con mi familia en Ecuador de 2014 a 2019.
¿Puedes describirnos los programas de investigación en los cuales trabajas hoy en día?
Regresé a Ecuador en el marco de dos programas de investigación. Uno es europeo, se llama CLIMA-LoCa, y el otro es en colaboración con el Imperial College of London, pero los dos están vinculados a una misma problemática: el cadmio en el cacao.
Hay que saber que el Ecuador es el sexto país productor de cacao a nivel mundial, y exporta 87% de su producción en la forma de grano de cacao directamente hacia Europa y EEUU. Es también el primer productor mundial de cacao «fino de aroma», famoso por la delicadeza de su aroma y de su sabor. Sin embargo, varios estudios muy recientes, entre ellos los de nuestro equipo (Barraza et al., 2017; Barraza et al., 2018), evidenciaron la presencia de algunos elementos con trazas metálicas en las mazorcas de cacao, de entre los cuales el cadmio (Cd). El cadmio es un metal tóxico clasificado como cancerígeno y que puede dañar, en caso de exposición crónica, el funcionamiento de los riñones y de los huesos. Según los estudios, la concentración en Cd en los granos sobrepasa cuatro veces la nueva norma europea. Por otro lado, los productos elaborados con los granos de cacao de América Latina contienen generalmente concentraciones en Cd más importantes que los que provienen de África del Oeste. Estos primeros resultados señalan la importancia de un control regular de las cantidades de Cd en los granos de cacao para exportación con el fin de responder a los nuevos criterios de la normativa europea, pero también de la vigilancia de los riesgos sanitarios asociados.
¿Puedes explicarnos el objetivo y el desarrollo de la misión que acabas de llevar a cabo en el país?
El objetivo de la misión era estudiar las fuentes y los mecanismos de transferencia del cadmio entre el suelo y las plantas, de las raíces hacia los granos de cacao. Hemos recogido muestras de los suelos y de los árboles de cacao (raíces, troncos, hojas, mazorcas y granos) para análisis químicos (del Cd en particular y de sus isótopos estables). Nuestros sitios de estudios fueron algunas fincas de pequeños productores que trabajan en agroforestería y agricultura biológica en Muisne (cerca de Mompiche y Atacames) y Guayas (Puerto Inca). Estos productores están agrupados en asociaciones cuya producción de cacao es exportada hacia Francia y transformada y comercializada por la empresa solidaria de utilidad social ETHIQUABLE.
¿Si miramos un poco al pasado, puedes decirnos qué idea tenías de la profesión de investigadora y lo que te gusta ahora en la realidad que conoces?
Opino, y es una tendencia positiva, que nuestra profesión de investigadores evoluciona para acercase más y más a la sociedad civil y a los tomadores de decisiones públicas. La pandemia del COVID 19 es un terrible ejemplo hoy en día. Los investigadores deben involucrarse, alertar, proponer, respetando los límites de sus conocimientos obviamente y sus roles.
Desde el inicio de mi carrera, siempre consideré importante que las poblaciones sean involucradas en los eco-hidrosistemas estudiados. Empecé a trabajar en la calidad del agua en Francia, luego en la Amazonía, sin nunca separar mi mirada de la de las poblaciones aledañas. La transdisciplinariedad es una ventaja importante en los programas de investigación, y siempre disfruté trabajar con colegas de ciencias sociales y de salud (epidemiologia, sociología, economía, ciencias políticas, geografía, etc.) tanto en el campo como después para la valorización y restitución de los resultados.
¿Finalmente, tendrías alguna anécdota vinculada con la profesión que contarnos?
Durante esta última misión, en nuestro primer día juntas con dos jóvenes colegas inglesa y ecuatoriana, teníamos que ir hacia el primer sitio de muestreo: una finca cacaotera cerca de Mompiche. Nos tocó tomar el 4X4, y luego un camino lodoso muy escarpado, durante una hora, para llegar en frente de un río. Río, imposible de cruzar debido a la crecida del agua, porque estábamos en temporada de lluvia (especialmente fuerte este año).
Un vecino nos propuso cruzar el rio en unos palos de madera, de pie, equipadas con las neveras, barrena y otros materiales para el muestreo… ¡y en camino! Solamente que, ya en el otro lado, aún no llegábamos a nuestro sitio de estudio. ¡Allí no hay buses, no hay coches, muy poco habitantes, pero, sí mucha solidaridad! De la nada, salieron tres jóvenes motociclistas del bosque que nos ofrecieron llevarnos hacia nuestro destino. Pues, ahora en las motos, un poco tambaleadas, estábamos en camino, resbalando a cada esquina en la arcilla mojada por tanta lluvia del día. Después de media hora así, ¡llegamos y nos acogió muy calurosamente el agricultor que nos esperaba desde hace rato!
En este momento, pregunté a mis colegas si todo estaba bien, y mi compañera de equipo inglesa contestó, con una gran sonrisa: “Es la primera vez que subo en una moto! ¡Fue una primera experiencia muy original!’
¡Incluso para los investigadores hay siempre una primera vez!
¡Gracias Laurence por este testimonio y feliz retorno a Francia!